Alemania, Francia y Holanda, en uno de los peores momentos de la crisis del euro, se comprometieron a que sus bancos apoyarían a Grecia y no se desharían de deuda helena. Era una de las bazas con la que jugaban para tratar de vencer la resistencia en el seno del FMI a conceder el mayor paquete de préstamos de su historia. Pero los tres socios europeos incumplieron su palabra, agravando así la crisis. Nada más aprobarse el plan de ayuda para Grecia, las entidades financieras empezaron a deshacerse de unos títulos que quemaban las manos.
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