Tres años antes que Cataluña, la ciudad de Almansa prohibió los toros y cualquier espectáculo taurino en su término municipal. Lo hizo sin levantar la polvareda que ha provocado la prohibición catalana. Sin polémicas, sin escándalos, sin expectación mediática alguna, por unanimidad. La norma almanseña es sencilla: una ordenanza de medio ambiente en la que, junto a los espectáculos taurinos, se prohíbe y sanciona cualquier tipo de maltrato animal.
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