¿Es posible que sin darnos ni cuenta Cataluña se haya convertido de repente en una, grande y libre? ¿En un monolito independentista puro, de una supuesta pieza, como la senyera gigante del Camp Nou? Una empieza a echar cuentas de los años que hace que vive fuera y lejos (aunque nunca creyó que tanto…) y hormiguitas de sudor frío le andan por la espalda y con su leve peso le curvan el espinazo. ¿Y si fuese verdad que no hay vuelta de hoja? ¿Que ya todos y cada uno de los catalanes -menos yo- quieren ser otra cosa de la que son?
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