El problema lo tenemos en casa: más allá de lo que Bolonia pueda significar en lo referente a la enseñanza de la filosofía (y por ende del pensamiento crítico) parece claro que hay diversos gobiernos autonómicos que no valoran demasiado nuestra disciplina. Los desarrollos curriculares y las asignaciones horarias no pueden estar expuestas a las filias y fobias personales o a las políticas de partido. que nadie, exceptuando algunos profesores, se atreva a levantar la palabra
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