Una vez, Sly Stone echó a Miles Davis de su casa a patadas. Ocurrió en los años setenta, cuando el trompetista se adentraba en una espesa jungla sonora, eléctrica y solo tangencialmente relacionada con el jazz. Lo relata el músico y escritor inglés Julian Cope. Davis entró en el domicilio de Sly —perdido en su propio laberinto de drogas y música imposible—, y se puso a juguetear con un órgano. «Tocaba puñados de notas al mismo tiempo, sin rastro de estructura de acordes», cuenta Cope.
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