Si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una inferioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre (...), la mera idea de una cultura compartida por todos, y elaborada a medida de todos, es un contrasentido monstruoso. La cultura de masas es la anticultura (...) Mientras los apocalípticos sobreviven precisamente elaborando teorías sobre la decadencia, los integrados raramente teorizan, sino que prefieren actuar, producir, emitir cotidianamente sus mensajes a todos los niveles.
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