Ya se sabe: «donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro». Pero, ¡ay!, si resulta que alguien era sorprendido leyendo cómics, la frase «¡A tu edad, y leyendo tebeos!» caía con toda la fuerza de la decepción ante lo que era, con seguridad, síntoma de que la cosa no iba nada bien y de que el futuro para quien cometiera la infracción era de lo más preocupante. Ya no les digo lo de poner en la misma frase «tebeo» y «escuela»: si un cómic aparecía en una clase era porque había sido hábilmente colado entre las páginas de un plúmbeo libro de texto.
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