En Alemania las autoridades llevan años advirtiendo de un cambio de roles: ahora son las mujeres y no los hombres los que están desempeñando cada vez más un papel destacado, y a veces muy violento, en los grupos de extrema derecha. Como suelen levantar menos sospechas, se han infiltrado silenciosamente en muchas organizaciones populares, en donde pueden extender sus ideas, dirigiéndose incluso a los niños.