Más allá de estas absurdas divagaciones, de pronto pensé por qué el Estado seguía manteniendo un producto tan perniciosamente adictivo, habiendo drogas que ha tiempo habían sido prohibidas, enganchando y matando claramente menos que el tabaco. Y no hallé respuesta. Si me lo vende, como producto legal, ¿por qué me recluye en casa para consumirlo?
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