Todos corren en ponerte una etiqueta cual medalla merecida o no. Tú que te han educado en el buen trato con el prójimo, luchas por educar a los tuyos como buenas personas, y crees en la bondad de los demás, y en la humanidad como un todo. Resulta que una y otra vez, de unos años a esta parte, te han puesto la medalla de (¡¡comencemos!!): homófobo, facha, fascista, radical, racista, xenófobo, asesino, nazi. Así de la nada has pasado de ser una buena persona para los mismos que hace tiempo te rodeaban a ser una sombra de lo que fuiste. ¿Tus convicciones han cambiado? No. Exactamente como antes sigues luchando y creyendo en por un mundo mejor para todos, y para las siguientes generaciones, en dónde todos somos iguales. Pero las etiquetas se están moviendo, y ya no te las pones tú mismo, te las ponen. Luchas a manotazos por quitarte esas “medallas” inmerecidas e indignas. Las criticas ya no vienen de los otros (aquellos que a pesar de su ideología consideras vecinos y familia) si no de los que consideras (o consideraste -empiezas a dudar-) como propios. Esos mismos que por ser quien eres (y sin hacer nada malo) no te quieren a tu lado, y en pro de la vorágine electoralista, política, clasificatoria, te quieren lejos, lejos de ellos, y lejos de ese espacio social que alguna vez fue tu casa, en el que te sentiste cómodo y uno más.
Tus creencias que siempre han sido universales, de los de abajo, de los de me chupa una mierda quien seas, de dónde vengas, así como tus gustos sexuales, tu raza, o tu religión. Ves como día, a día, las fronteras personales, y grupales, en lugar de desaparecer son más y más grandes ¿Cómo hemos llegado a esto? Los nuevos “lideres” acrecientan estas fronteras sociales, mientras que las físicas permanecen. Tu mundo cada vez se va haciendo más complejo, y necesitas más etiquetas para definir lo que es ser el otro. Mi mundo y mis limites siguen teniendo el foco en lo global. La moda de mirarnos el ombligo y pensar que el mío es mejor porque yo mismo, y mi pequeño entorno, considera que tiene menos pelusa que el tuyo es cuanto menos ridículo. Quizás sí para tu conciencia, pero eso no hace que el mundo sea un mejor lugar. Lo mejor siembre es expansivo, y la lucha está en intentar comprender al otro por muy lejos que este de ti, en dar el espacio para hablar, entender el porqué, respetar. De nuevo la frontera es el mundo y tu actividad social ha de ser integradora, en donde la humanidad es una.
Resulta que la lucha por la convivencia de la humanidad no pasa por dar menos importancia a las diferencias entre personas, sino que paradójicamente se potencia que éstas sean más y más reivindicadas ¿para un mejor futuro? Justo cuando pensabas que hemos dejado la opresión religiosa detrás, resulta que ahora nacemos con un nuevo pecado. El pecado de lo más común, o de la característica mayoritaria. El pecado de nacer sin que tu lo elijas, en la raza más mayoritaria en tu entorno. Raza, idioma, color de ojos, gusto sexual, posición económica. El nuevo pecado de ser un paria por ser mayoritario. ¿En serio tu ombligo esta tan limpio para creer que yo como persona no puedo opinar de otros ni de nada por ser mayoritario? Y ser mayoritario es automáticamente ser un privilegiado, ser un paria que tiene su color de piel, su idioma, su altura por pena. Esto es el nuevo pecado original. ¿Cuál es la pena ante esta afrenta para con los demás oprimidos? Quedar marcado con tu arrogancia por ser como eres. El nuevo pecado del mayoritarismo es tan obtuso, que no contempla la humanidad como un todo, con su infinita variación y riqueza de matices. No contempla que cada grano de esa “paella humana”, es decir cada persona, es en sí un todo; un todo al igual que otro grano, independientemente de todas las etiquetas que les quieras poner. Independientemente de esas etiquetas tiene todo el derecho en opinar, en creer, en saber, aprender, trabajar, sentir que cualquier otro. Mi frontera es el universalismo, y la humanidad, sin fronteras mentales o físicas. Si tu y los tuyos quieren aislarse más y más me parece perfecto, pero desde luego no cuentes conmigo, ni con mis derechos y libertades en pro de un mundo en el cual tu diferencia es mucho mejor que la mía, desde luego mi sexo, mi raza, mi religión, mi trabajo, no me define. Me define que soy persona, soy uno más y no soy ni más ni menos que tu por ser distinto a ti.