Nuevas televisiones, pantallones de más de 50 pulgadas que iluminan nuestro comedor y, de paso, una buena porción de la calle. Nos han vendido que es la era digital, la era de la alta definición que nos iba a dejar pasmados con el asombroso detalle y por todo ello debíamos renunciar a lo antiguo, casi quemarlo en hogueras públicas, y hacer un bueno uso de los ahorros. Ya se sabe, la HD no tiene precio.
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