Una flor de un indiscutible amarillo intenso para el ojo humano es para una abeja un collage puntillista de blancos y púrpuras; para un gato, una forma en tonos verdosos (aunque repleta de información olfativa) y para un pájaro, una vibrante superficie de colores, incluyendo el rango ultravioleta, invisible para nosotros. En definitiva, el mundo depende del color del ojo con que se mire.
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