La tapefobia (miedo a ser enterrado vivo) se extendió en Europa preocupantemente entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX coincidiendo con las epidemias de cólera que arrasaron Europa. Durante aquellos años, se dieron muchos casos de ataúdes revisados tiempo después del entierro con marcas de arañazos en la parte interior, que demostraron que algunas de las personas enterradas no estaban realmente muertas.
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