[...]Creo que ahí debí pasar unos 15 segundos bloqueada y callada, intentando creerme lo que acababa de decirme. ¿Que yo… qué? ¿Que le dejara mis cosas? Casi me pongo a reír. Un desconocido encargado de Renfe me pide que le deje mi bolso para asegurarse que volveré y picaré un billete. Billete, que por cierto, no me habían dejado comprar, a pesar de que yo quería.[...]Me puse a llorar. Sí, es una reacción de niña pequeña, pero llevaba toda la mañana dando vueltas con 100 euros en los bolsillos y nadie quería venderme un maldito billete[...]
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