Me niego a creer que es la idiosincrasia española la que nos impide progresar. Y no me refiero a esa clase de progreso que acuña el milagro español por la mañana y por la tarde destruye lo que hace de esta tierra algo especial: su esencia y espíritu, en el gris frio y opaco del hormigón turista y vanidoso. Hablo del progreso que hace a los pueblos mejorar no solo económicamente, sino en lo social y lo humano. ¿Tan ciegos estamos que no vemos el camino?
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