Una, grande y pacata. Había que recristianizar a los españoles descarriados y, para ello, la Iglesia católica decidió enviar a misioneros a todos los rincones del país. La guerra civil había terminado y se imponía moralizar la vida social, que pasaba por el baile y el cine, aunque también se persiguió a los amancebados y, en general, a todo lo que oliese a laicismo.
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