Efectivamente, Draghi parece encantado con lo bien que se está muriendo el paciente, que es España. Y no parece ser el único complaciente con la situación actual. El tejido productivo español se va, se apaga, lentamente, sufre ahogado por el desapalancamiento privado y el recorte de gasto público que se le recetó para curar las consecuencias de la burbuja inmobiliaria 2000-2007. Llegan las cifras del paro sobre los seis millones, pero, oigan, se está haciendo “lo que hay que hacer” o “la única alternativa posible”.
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