En el centro de Corinto –un antiguo cuartel militar, que este periodista visitó recientemente junto a una delegación parlamentaria- hay unos 800 inmigrantes que viven repartidos en grandes celdas de unos 120 metros para entre 60 y 80 reclusos cada una (con un sólo cuarto de baño). Allá deben permanecer encerrados 23 horas al día, pues apenas les dejan una hora para salir al patio, aseguran. La dirección afirma que tienen derecho a pasear tres horas. “Todos estamos muy débiles o enfermos. No tenemos suficiente comida y es muy mala”.
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