Es evidente que Bill Hicks no fue el humorista de stand up moderno que tenemos en mente. Ahora quieren ofrecernos un humor amable e intrascendente, costumbrismo para treintañeros de clase media: tratan temas como los grandes problemas con la batería de su móvil o cómo comportarse en una cita, un humor de Comic Sans, en definitiva. Pero Hicks se encaramaba a los escenarios para bramar la verdad. Una verdad tan incómoda que escupiéndola logró un dudoso mérito.
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