Cuando en la caja le dijeron que no podían entregarle las bolsas de costumbre y que comprase unas de tela o se llevase las provisiones en precarios saquitos de papel reparó en los grandes letreros -«Bolsa caca»- que advertían de la maldad intrínseca del plástico y pensó en el enorme volumen de material nocivo que llevaba en el carrito; pidió que se lo llevaran a su casa y tras desenvolver toda aquella paquetería inútil apiló varios montones de residuos de una devastadora longevidad antiecológica.
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