El rey Alfonso XIII, aparte de tirarse a todo lo que se movía y ser asiduo de lupanares , tenía una gran afición al incipiente cine pornográfico de la época. Se cree que entró en contacto con ese mundo en sus viajes por Europa y Estados Unidos, y viendo que en España no había nada parecido, le encargó al Conde de Romanones que buscase a la gente adecuada para llevar a cabo la producción y realización de algunas películillas para su disfrute personal.
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