La memoria humana es poco más duradera que la de los peces. Si ya nos cuesta recordar lo que hicimos anoche, rememorar listas de reyes visigodos o las circunstancias en las que se desarrolló cierta batalla, sería misión imposible sin la ayuda de los historiadores. Pero estos cronistas suelen estar a sueldo de quien ostenta el poder en cada momento. Y como quien escribe la historia es quien al fin y al cabo decide lo que sucedió y lo que no, hace ya mucho que los romanos inventaron la damnatio memoriae, o “condena de la memoria".
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