Dos meses después de cumplir 30 años, el 11 de febrero de 1963, Sylvia Plath acomodó en la cuna a sus dos hijos de tres y un año. Cuando verificó que dormían, metió su cabeza en el horno y cocinó su último poema. El mundo civilizado está gobernado por un sinfín de Sylvias. Una vez han comprobado que dormimos como niños, han decidido abrir la llave del gas y que sea lo que Dios quiera.
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