La presidencia de Bush es la culminación de toda una vida de prácticas sádicas y un frágil equilibrio psicológico. En su infancia se le consideró un niño malo, elemento perturbador y delincuente, con problemas de aprendizaje. Abandonado emocionalmente por sus padres, disparaba a sus hermanos con una pistola de aire comprimido y en la escuela actuaba como un matón. Evadir la responsabilidad, disfrutar del dolor ajeno, carecer de remordimientos y de empatía son otros rasgos propios de un psicópata que analiza un psiquiatra en la figura de G. Bush
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