Existen lugares que pueden estar poblados por humanos mitológicos, de aspecto feo y contrahecho, como si a todos les hubiera caído encima una terrible maldición, o como si por allí se hubiera pasado un discípulo del doctor Mengele o el doctor Mureau. Es el caso de Cabo Malayo. Todo empezó con un viaje en 1896 protagonizado por un marinero chino llamado Arnold que llegó al cabo de Buena Esperanza. Sólo sabemos que se llama Arnold y poco más. Pero sí que podemos suponer vagamente qué aspecto tenía.
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