Cuando un cliente quería hacer un pago y no disponía de dinero en efectivo, las prostitutas les ofrecían una curiosa forma de obtener dinero: a través de un datáfono. Si el cliente iba a gastarse 300 euros, por ejemplo, en el datáfono se gestionaba un cobro de 330 euros, ya que cada club aplicaba una 'comisión' del 10%. A medida que la actividad iba aumentando, Larratruk vio una demanda de datáfonos difícilmente asumible sin levantar sospechas. Fue entonces cuando la empresa pasó a diseñar sus propios 'cajeros automáticos'.
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