Carlos Boyero vive en la chispa del amanecer, en un ático del barrio de Cuatro Caminos. Recibe a las visitas desde el umbral de la puerta y, fumando un cigarrillo, saluda estrechando la mano mientras da un toquecito con la otra en la espalda. Desde su posición puede otear el pasillo de su planta. Detrás de él, una figura de Humphrey Bogart le custodia la retaguardia. No quiere que le llamen de usted.
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