Tras una terrible situación de estrés este profesional con varias décadas de antigüedad en la profesión rompìó a llorar, pero el niño noruego, víctima de un repentino ataque de epilepsia, se salvó, a pesar de la falta de medios (no había ambulancia en el aeropuerto) y a pesar de que los controladores de servicio estaban soportando una carga de trabajo superior al doble de los límites autorizados por la propia Aena
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