El vino en Francia, la pizza en Italia, la cerveza en Bélgica, las salchichas en Alemania y la corrupción en España. Salvo Inglaterra, que sólo sirve para joder a los demás, hay que admitir que cada país tiene su talento. Y, desde luego, el de los franceses en materia de vinos hay que reconocerlo fundado, amplio y dilatado en el tiempo.
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