Cecilia nunca fue frágil: no. Nunca fue dulce. Nunca fue complaciente. Nunca fue cándida, nunca fue sumisa. Nunca fue inofensiva, Cecilia -Eva Sobredo-, aunque sus fotos nos devolvieran una mirada tierna de joven cuasihippie de melena larga, siempre retratada entre espigas y árboles, como bucólica, como soñolienta, como poética y abstracta, como idealista sin armas. Pero las tenía: vaya si las tenía. Sólo que su época la obligó a sacarlas subrepticiamente, con ira clandestina, con versos punzantes, políticos y feministas que equivalían a bofeta
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