Este éxodo de cerebros (‘brain drain’) hace que los países de origen pierdan con estas personas una parte de sus élites de las que tanto necesitan. Y son los países industrializados los que se aprovechan esta aportación de capital humano e intelectual. La mayoría a menudo a largo plazo, ya que una vez instalados y integrados, estas personas permanecen gustosos en sus países de adopción. Una simple lógica de ganador y de perdedor.
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