Los europeos del Sur estamos empeñados en ayudar a Chipre a contar su cuento al revés. Como si una próspera nación, rigurosa en sus cuentas y estadísticas, justa en sus modelos fiscales, con una banca de servicios plenamente solvente y no especulativa, ajena a peligrosas operaciones de blanqueo de negrísimos rublos, hubiese entrado en dificultades por un capricho de Merkel, que, ajena a toda idea de buen gobierno, quiere ganar unas elecciones con los votos de unos alemanes que solo votan a candidatos que le hacen la puñeta a los demás.
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