Acudió con varios dirigentes populares a uno de los mesones más afamados de la otra ciudad amurallada. Llegó el momento de pedir. Casado lo tenía claro: chuletón de Ávila. Porque le apasiona la carne, y porque en una campaña tan cárnica era poco menos que obligado en esa tierra con Indicación Geográfica Protegida. Pero cuando las cosas vienen torcidas, vienen torcidas de verdad, y al líder popular se le quedó cara de póquer. «Aquí trabajamos con Ternera Galega», se excusó el mesonero.
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