Muchos montañeros aún se persignan cuando caminan por el Oiz. Después de un cuarto de siglo, el lugar donde perdieron la vida 148 personas ha adquirido casi la categoría de lugar sagrado, de enorme camposanto donde no hacen falta lápidas. Pero donde reside con más fuerza la tragedia es en la memoria de quienes se vieron sacudidos por ella. Aquellos días dejaron cicatrices invisibles.
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