En Alemania el ciclismo es un deporte en recesión. La Federación nacional, que vive de ello, prefiere tener un deporte limpio a un deporte con figuras internacionales de dudosa honorabilidad y con sorpresa incluída en algún control antidopaje. Prefiere estar como en los ochenta -Raimund Dietzen y nadie más- a tener una pequeña constelación de estrellas -¿que no hubiesen podido ganar Jaksche, Ullrich, Sinkewitz y Schumacher en estos años?- con los que sacarse la foto y sacar pecho en reuniones con otras federaciones. Casi, casi como aquí.
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