Mucho de lo que sabemos del Cid se lo debemos a las investigaciones de Ramón Menéndez Pidal. Poco importa que el propósito (o la conclusión) fuera encontrar un arquetipo del alma castellana, un símbolo de la sobriedad y el heroísmo, un referente de los protoespañoles. Gracias a la historiografía cristiana en latín o en incipiente lengua vernácula, diplomas y documentos de la época se puede trazar una biografía alejada de la fantasía épica, pero que casa bastante con el mito.
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