La crisis se ha conjurado contra los empresarios. El cierre de empresas por la drástica caída de la actividad económica ha acelerado la tendencia social de fondo de convertir a los emprendedores casi en unos héroes o unos insensatos frente a los que tienen como máxima aspiración ser funcionarios. La cifra de empleados públicos en Catalunya se ha acercado a la de empresarios hasta reducir la diferencia a un mínimo histórico de 100.000 personas.
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