Y es que de desagradecidos está el mundo lleno... Andaba el Pueblo Elegido dando tumbos por el desierto, más perdidos que un pulpo en un garaje o un hippie en la Otan, y claro, sin nada que llevarse a la boca, y cuando va el buen Dios, se apiada de ellos y les da un alimento de fácil recolección y digestión... ¡Pues se quejan amargamente los muy cochinos! Segunda parte:
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