No te engañes, Argimiro. La idea está en que tú no puedes entrar, pero ellos no pueden salir. Y en que la Ley es medio tonta, pero es tonta a todas horas. Tenlo en cuenta.
te cuento si quieres la manera en que Manolo echó a los okupas, o si quieres ocupas, o como te dé la gana, de su casa de Estepona.
No sé si será verdad o un cuento, y por eso digo que fue un cuento, porque los cuentos no necesitan pruebas y además tienen que ser divertidos. O si acaso, parecerlo.
Eran tres adultos y un niño. Uno más mayor, un hombre, y una pareja más joven, con un niño. Da igual cómo se metieron dentro. Eso puede interesarle a otros, pero a mí me la sopla: el caso es que se le metieron dentro y que Manolo tenía que presentar no sé cuántas reclamaciones, porque esa gente había pedido comida a domicilio, y tenía correo, y no sé qué mas cosas a su nombre, y la cuestión podía prolongarse meses, o hasta años.
La ley estaba de parte de los que se habían metido en la casa. Así que Manolo pensó que la solución no estaba en esa ley, sino en otras. Porque lo importante no es la ley, sino las leyes.
Manolo pensó en llamar a una de esas empresa de desocupación que simplemente negocian, pero no le pareció buena cosa pagar a unos mafiosos para que largasen a otros. Para eso estaban las leyes, en plural.
Así que se lo pensó un rato y pidió a su madre que llamase a la policía para decir que en la calle tal, número tal, se estaba prostituyendo a una mujer a la fuerza. Explotación sexual. Gritos. Muy chungo todo.
La chica lo negó, pero los dos tíos, el joven y el viejo, acabaron fichados. Y no por ocupar una casa, sino por algo bastante más jodido. Porque digas lo que digas, te fichan. Por si acaso.
Una semana después, un amigo de Manolo volvió a llamar y dijo que en aquel inmueble había una chica en la ventana pidiendo socorro, y que un tío, con la descripción del joven, la había cogido por los pelos y la había metido a la fuerza para adentro. Nueva visita de la policía. Nuevo movidón. Otra ficha. Apercibimiento.
En menos de diez días, la policía local y la nacional recibieron otras dos llamadas parecidas. Gritos, peleas, violencia, el niño llorando...
El joven pasó una noche en comisaría aunque ella insistía en negarlo todo. El viejo se marchó un jueves. El resto, el lunes siguiente.
Ni siquiera fue necesario llegar al paso siguiente, el de darle un hostiazo a la chica en la calle y denunciar de nuevo a su pareja. Creo que se lo olieron a tiempo.
Porque una cosa es meterse en una casa ajena y otra la violencia de género, sobre todo si ya tienes antecedentes, ¿verdad?
De lo primero igual te libras, pero de lo segundo no te libra ni dios...
Y no te va a creer nadie cuando lo niegues.