La financiación del sistema sanitario depende, básicamente, de la voluntad de los gestores autonómicos. Salvo partidas muy pequeñas, como el céntimo sanitario o los programas del ministerio, las comunidades deciden qué gastan y cómo lo gastan, si dedican el dinero a construir ambulatorios, escuelas o teatros, por ejemplo. Esto es lo que en el sector se conoce como que no existe una partida finalista , según el modelo de financiación sanitaria que se aprobó cuando se completaron las transferencias en 2002, gobernando el PP.
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