En el Madrid del 81 no había Internet. Tampoco había tiendas especializadas para los más modernos. Las tendencias, te las comprabas en el extranjero o te las fabricabas tú mismo. Entonces ¿cómo se enteraba la gente de las cosas? Tenía que ser una experiencia angustiosa no poder estar al tanto de las últimas noticias a cada segundo, de lo que estaba sucediendo en la escena, en el siempre bullicioso mundo de los creadores y artistas de aquel momento, de las novedades. Por no hablar del espantoso problema: no existía posibilidad alguna de descarga
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