Nos ha pasado a todos: entramos al mar a darnos un chapuzón y, cuando queremos salir, comprobamos que la corriente nos aleja de la orilla con más fuerza de la que podemos hacer para nadar hacia ella. Es uno de los riesgos más comunes de bañarnos en la playa y, aunque en la mayoría de los casos se queda en un susto, la situación puede llegar a complicarse mucho e incluso acabar en tragedia.
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