La crisis no es una suma de dificultades nacionales (griega, irlandesa, portuguesa, española, etc.) que se desencadenaron sólo como consecuencia de problemas específicos internos de cada uno de los países. Esta crisis es ante todo la de un capitalismo que llegó a la “madurez” mundial, y cuya lógica de creación de valor para el accionista fue llevada a su paroxismo, puesto que todo estaba destinado a convertirse en mercancía, desde la producción de bienes y servicios hasta la salud, la educación, la cultura y los recursos naturales.
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