La sentencia detalla que debido a su estado, el agente, a quien acompañaba otro mando, circulaba a una velocidad anormalmente reducida y realizaba injustificadas maniobras de zig-zag. El Policía fue sometido a dos pruebas de alcoholemia en las que arrojó unos resultados de 0,87 y 0,75. La tasa máxima autorizada es de 0,25, lo que implica que el jefe de la Ertzaintza triplicaba el nivel permitido.
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