"La verdad es que es muy difícil. Es algo que no esperábamos vivir y es angustioso porque siempre hemos pagado, de la manera que sea y con mucho esfuerzo, pero ahora no sabemos qué va a ser de nosotros". Jennifer atiende al teléfono desde Barcelona rodeada de sus dos hijos, de 7 y 13 años, y su marido. Los cuatro pasan el día encerrados entre cuatro paredes. Literalmente, porque su hogar es una habitación de un piso de 55 metros cuadrados que comparten con otras dos personas y que este mes de abril no saben cómo pagarán.
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