El filósofo francés Gilles Deleuze decía que los publicistas eran los enemigos de los filósofos, y la acusación no es gratuita: mientras que la publicidad trabaja para el sistema -a través de su llamada al consumo busca reproducirlo-, la filosofía trabaja contra él, y lo hace, además, de una doble manera. En primer lugar, buscando propuestas en las que la justicia y el bien común alcanzan el mayor grado de expresión posible. Y segundo, identificando y analizando estructuras de poder, y buscando estrategias para desactivarlas.
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