En 1962 el PSOE ha semidesaparecido y sólo cuenta con unos centenares de militantes en España, mientras que en el extranjero, un grupo de viejos socialistas, con Rodolfo Llopis al frente, intentan aparentar una presencia en escena sin apenas relevancia política. Convencidos de que este PSOE no logrará tener la suficiente implantación para competir con ventaja frente a los comunistas españoles, al final del franquismo, los servicios de información norteamericanos y alemanes se ponen manos a la obra para construir un partido títere.
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