Las personas que, a lo largo del día, mantienen conversaciones profundas con otros individuos son más felices que quienes hablan poco o intercambian impresiones superficiales con sus congéneres. A esta conclusión ha llegado un equipo dirigido por Matthias Mehl, de la Universidad de Arizona en Tucson, en el que han participado cerca de 500 sujetos. De manera sorprendente, la personalidad no supone un factor importante en este efecto: también las personas introvertidas se aprovechan de la charla con los demás.
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