Quienes de niños recibieron frecuentes castigos corporales muestran después un interés desproporcionadamente mayor en poseer armas. También piden penas de prisión mayores, incluída la pena de muerte, para los criminales. Y parecen también más inclinados a la violencia. En un estudio con 45000 adolescentes, los que habían recibido castigos corporales tenían más tendencia (x5) a los delitos y a fumar cannabis, y también (x4) a faltar a clase 10 días o más por año.
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