c+p Hace unos años me aficioné a jugar a un juego de ordenador llamado Sim City 2000. Era algo que enganchaba desde el primer clic. La base era muy sencilla: se trataba de ponerse en el lugar de un alcalde de una ciudad apenas nacida, y asumir la obligación de hacerla prosperar. Un reto que nunca resultó fácil, pero sí apasionante.
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